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Forjando el carácter: Enfrentar a una audiencia difícil

Historia de un profesionista joven que comenzó a enseñar



Después de un par de años en una PyME donde ascendí de auxiliar contable a contador general, con el ímpetu e inexperiencia de un joven de 23 años, tomé mi primer decisión atrevida: comenzar una consultora de contabilidad; al principio, "el hombre empresa", que tenía que vender, maquilar contabilidad, calcular impuestos, calcular nóminas, hacer análisis, etcétera. Trabajando largas horas por día y con una pequeña oficina en casa.


Un recién graduado con la soberbia del joven que desea devorar al mundo, reinventándose en la vida para pasar del estudiante al profesional; pero con muchas cuentas por pagar y pocos ingresos; entonces un buen amigo y gran maestro, el Dr. Luis Calzada director en mi alma mater, me hizo una invitación: La Universidad necesitaba un profesor de contabilidad y costos y yo necesitaba ingresos adicionales. Como graduado con honores de la licenciatura en Contaduría, estaba seguro que podría hacerlo y acepte sin chistar; recuerdo bien que tenía un mes antes de que empezara el semestre y me di a la tarea de, en función del plan de estudios, preparar todas y cada una de mis clases para el próximo semestre, dos materias: Contabilidad I y Costos I.


Utilizando mi flamante PC Lenox 486, me dedique a escribir cada tema, a diseñar varias decenas de ejercicios para cada una de las unidades que debía enseñar, tenía todo el semestre planeado, duración de los temas en número de clases, cantidad de ejercicios necesarios para cada unidad, cada tarea que debía asignar. Yo tenía todo perfectamente cubierto, todo perfectamente planeado, iba a ser el profesor estrella. Llego septiembre, me vestí de traje, mi primera clase a impartir, lunes 9 AM, crucé el umbral de la puerta, portafolio en mano, camine hasta el escritorio al frente de esa aula al tiempo que daba los buenos días al alumnado, puse el portafolio sobre el escritorio para sacar aquel engargolado rojo donde tenia todo mi plan para la asignatura de Costos I y al tiempo que comienzo a presentarme, de pié, detrás del escritorio, siento como los nervios comienzan a surgir desde el piso y se estacionan en mis temblorosas piernas, yo intentando guardar la compostura, recité los criterios para calificar y el programa de estudios; a la fecha no se que tan confiada se escuchaba mi voz, pero yo continué tratando de mantener la pose para impartir una clase, siendo un novato de 23 años frente a una audiencia apenas unos pocos años menores. Ese día comprendí que una preparación técnica impecable y un plan perfectamente elaborado no eran suficientes, que requería de una ejecución magistral y que mi mayor fortaleza debía incluir aplomo, confianza y sobre todo respeto a la audiencia.


Durante los siguientes 4 años siguientes continué impartiendo clases en diversas asignaturas e incluso fui orador principal en dos seminarios de impuestos, pero esa primer clase siempre estará guardada en mi memoria, por que fue el trampolín para todas las exitosas presentaciones posteriores ante altos ejecutivos, clientes y socios comerciales.

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