Hay un dicho en los EEUU que siempre me ha gustado mucho: “if it’s not broken, don’t fix it”, en el mundo empresarial dentro de los programas de calidad, se tiene la política de la mejora continua, como sabemos nada en este mundo es perfecto, por ello con esta política se van buscando las debilidades y áreas de oportunidad para encontrar mayores eficiencias y por ende el rendimiento en el trabajo diario de la organización.
Sería estéril negar que a lo largo de la vida nacional, desde la concepción del estado mexicano hasta hoy día se han conquistado muchas metas y se han cometido infinidad de errores; ahora bien, es importante mencionar que la óptica también juega en el juicio a esas tareas de gobierno ejecutadas, pero es importante recalcar que la política mexicana ha repetido ciclos una y otra vez, muy posiblemente, algunos lectores no recuerden como se cambiaba el rumbo del país de manera sexenal, donde se hacía el famoso Plan Nacional de Desarrollo y se “borraba” lo hecho en el gobierno anterior y se empezaba de cero, así era el viejo priísmo de la segunda mitad del s.XX; esa falta de visión de largo plazo, mantuvo al país atado de manos y al margen del desarrollo económico, político y social.
Evidentemente este comportamiento obedecía a las condiciones sociales del momento, para garantizar la hegemonía del imperialismo presidencial; no fue sino hasta finales de los años 80, que se comenzó a alinear con las tendencias globales, recuerdo bien que cuando Salinas de Gortari estaba a cargo de la extinta Secretaria de Programación y Presupuesto (1982-87) se hizo un gran censo económico que detonó por primera vez el término “terrorismo fiscal” en 1989 primer año de su mandato.
Pero regresando un poco, en la pre-campaña presidencial para 1988, existían dos posturas la de Alfredo del Mazo González que era la de la reconversión industrial y la de Salinas que abogaba por la apertura comercial; ambas posturas apostaban por el mediano y largo plazo, siendo esta la primera vez que se apostaba por planes transexenales que permitirían crear proyectos para el futuro más allá del sexenio corriente; los resultados de estos los dejo a tu juicio, pero ese fue el nacimiento de lo que López llama despectivamente el periodo neoliberal.
Viajando en el tiempo, me traslado al México actual, vemos como la 4T se está encargando (mediante sus golpes de autoridad) de destruir lo construido, si bien existen problemas graves relativos a corrupción, estructuras, etc. y podemos estar o no de acuerdo con el status quo, sin embargo, destruir todo y rehacerlo desde cero, no solo parece ocioso, sino improductivo, si una tubería está rota en tu casa, no la derrumbas y la construyes desde cero, quizá cambies la tubería y probablemente requieras “romper” un muro para llegar a ella y hacer la reparación.
La dicotomía que maneja esta administración refleja rasgos autoritarios o bien un profundo resentimiento, ya que tiene que borrar las huellas de lo construido para poder establecer únicamente lo que ellos creen que es lo correcto; hemos visto acciones ridículas como que se cambiaron las ventanas de la oficina de la jefa de gobierno, o la talavera de las fachadas de edificios en Puebla o un cambio de imagen totalmente innecesario en el gobierno federal y algunos estatales, pero esto solo es un reflejo de la necesidad de prevalecer, un tanto al estilo de los conquistadores de América que o bien erigían sus iglesias sobre los templos prehispánicos, o reducían las poblaciones autóctonas, es un poco el reflejo de lo que propone Maquiavelo en su obra “El Príncipe”
Destruir por permanecer es algo que hemos visto a lo largo de la historia constantemente y que siempre ha buscado la preponderancia del destructor, pero si corrigiéramos lo que ya existe y construyéramos sobre ello, sería una tarea más noble, más fácil y promovería la mejora continua de nuestro país.
“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla” - Napoleón Bonaparte
Publicado en Twitter por @Bruno_eli el 16/01/2020
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