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Foto del escritorBruno Venegas

El aplauso, opio del poderoso.

Actualizado: 20 may 2020



Ejercer una posición de autoridad siempre representa retos y en muchas ocasiones tener que tomar decisiones difíciles e incluso anti-populares; no importando si esta posición es en el hogar o en el trabajo o incluso al frente de una nación.


En el ámbito político, donde para crecer dentro de esa carrera es vital contar con la aprobación del público votante, siempre sera necesario mantener la imagen y en muchas ocasiones caer en la demagogia, populismo y promesas vacías para lograrlo y los compromisos se convertirán en una pesada loza cuando ya tome posesión de la oficina.


En el mundo entero, todo político ha basado su plataforma en sueños de opio que aún con las mejores intenciones pueden ser extremadamente difíciles de materializar, peor aún, cuando un político asume el cargo, normalmente está lleno de compromisos de campaña ya sea con el populus vulgo o contribuyentes de campaña; por lo que el poderoso se encuentra con la mano forzada y en la encrucijada de satisfacer esas promesas vacías o bien buscar el bien común.


Cuando ese oficial electo ha llegado a la oficina en base a su popularidad, es entonces cuando el aplauso se convierte en su opiaceo y se enajena con la satisfacción que da la popularidad y concreta esa demagogia y populismo de campaña con medidas de gobierno que le garanticen el aplauso; el templete y el arengue de masas le regalan ese estupefaciente que valida su presencia y autoridad, sin importar su desempeño y es entonces que el discurso se vuelve política de gobierno y la adoración a la personalidad del gobernante lo convierte en apóstol y mesías, adormeciendo su intelecto y consagrando su actuar a obtener el estupefaciente de su propia vanidad.


Romper el ciclo es extremadamente difícil porque en el egocentrismo de ese personaje que ha crecido en base a la adoración, cualquier otro amor o interés es banal. La administración pública requiere de gente seria y de acciones que lleven a las naciones al bienestar en el largo plazo, el hedonismo en la gobernación es clientelar; las naciones desarrolladas siempre han tenido que sacrificar en el corto plazo para garantizar el bien común en el largo plazo; incluso la Cuba post revolucionaria hizo sacrificios en el corto plazo para poder consolidar su transformación ideologica.


Enviciados en el opio del aplauso los políticos modernos se resguardan en el templete para que una audiencia cautiva les aplauda sus decisiones y ocurrencias; por eso los Trump, Lopez Obrador y Maduros del mundo se acogen al templete, al rally al discurso público, donde su audiencia controlada les adora, sin cuestionar ni contraponer ideas ni debatir conceptos.


Gobernar es una tarea seria y, que en las mas de las ocasiones requiere tomar las medidas que no han de gustar a quien los llevo a la oficina y gobernar por el aplauso es la peor de las administraciones públicas; gobernar presenta problemas serios y se requiere gente seria para resolverlos; gobernar no es interesarse solamente en señalar que esta mal y a quien hay que culpar por ello, se puede apelar a valores morales, añorar viejos "buenos" tiempos y repartir culpas y eso solo nos demostrara como no se sabe gobernar y el poco interés en resolver los problemas reales.


El pueblo buscara liderazgos y si encuentra algo que lo parezca, beberá sin cuestionar el elixir de la mentira que escojan escuchar, hasta que entendamos que no solo es nuestro derecho sino nuestro deber ciudadano cuestionar a nuestros lideres y no solo bombardear ideas ni solo aplaudirlas, tenemos que ejercer una ciudadanía seria y responsable, no solo es el voto nuestro contrapeso.


Publicado en Twitter por @Bruno_eli el 07/06/2019


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